sábado, 16 de mayo de 2009

La vida, el medio ambiente y la salud


Hace algunas décadas, cuando los ecologistas señalaban la degradación ambiental generalizada como un riesgo para la mismísima vida humana en el planeta, se les tildaba de catastrofistas y "ecopesados". En aquella época aún se creía que la naturaleza tendría capacidad ilimitada de recuperación y, por lo tanto, continuaría dándonos albergue, sin importar cuánto la agrediéramos. Se consideraba al ser humano una especie de "rey de la creación", cuya conexión con los demás seres vivos y con los recursos naturales en general sería de simple uso y no de interdependencia. Se ignoraba que, en realidad, somos los más dependientes de todas las formas de existencia.
Estos equívocos aún pueblan muchas mentes. Y aún frente a las evidencias, expresadas en los cambios climáticos, se apuesta a la fuerza de la inercia, en la creencia de que "vamos a dejarlo como está porque un día todo se arreglará". En verdad, dejándolo como está, el asunto tiende a empeorar día a día: disminución de los glaciares y casquetes polares, aumento del nivel del mar, extinción de especies animales, aumento de temperaturas y mayor incidencia de los llamados eventos extremos. Los fenómenos naturales ocurren con una frecuencia e intensidad redobladas. Olas de mucho calor, lluvias devastadoras, sequías más severas y acontecimientos atípicos, como huracanes.
Es necesaria tener voluntad, generar actitudes cotidianas y presionar para la adopción de medidas en gran escala, sea por los gobiernos, sea por los segmentos de la economía, sea por todos los que vivimos en este planeta. Debemos disponernos a producir y a consumir en forma más consciente. No es todo, pero puede ser el comienzo de una nueva relación, hombre-naturaleza.

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